Pa´respirar

Cuando no tienes dinero pero tienes ganas, buscas por todas partes. Cualquier asomo de gasolina, de sangre para que tu (mi) cuerpo siga siendo productivo. Es lo que me piden, y a pesar de las pastillas, y sus tantas contraindicaciones, parece que el problema no se encuentra en la química como en el alma-sea lo que sea que eso signifique-. Me refiero al problema como alma porque a estas alturas ya no sé qué putas es, pero es y no puedo seguir fingiéndolo con sonrisas tontas.

Entré en «Casa de Salud» hace ya casi un año. Lo que más recuerdo de ese lugar son las tardes soleadas en la cancha de basquet ball, los momentos paradisiacos en la mañana, después de comer y después de cenar en que me fumaba mis tres cigarros por día, los autorizados por el psiquiatra, esa persona que, al Daniel de «Casa de Salud», le parecía un hijo de puta egoísta. Dentro pensaba en todo lo que me estaría perdiendo afuera, como si «afuera» hubiera algo que me atara al mundo.

También recuerdo el miedo a no salir nunca. Y las lágrimas que derramé cuando vi la luz del sol reflejada sobre los muebles de la sala de recepción de ese psiquiátrico, estando ya afuera. Lágrimas sabor a sal, que nunca voy a olvidar.

Gracias papá, gracias Marthita, Gracias D*OS.